Si algún día usted, querido lector, hace el «experimento» de pedirle a alguno de sus familiares que jamás haya visto la Fórmula 1, que le mencione al menos un equipo participante en la categoría lo más probable es que sin dificultad el interrogado le responda con una tímida sonrisa: «Ferrari». No obstante, ese acierto no tiene nada de «ciencia», ya que la marca italiana es conocida mundialmente, por ser una de las más emblemáticas del automovilismo y parte de ese emblema que posee son sus admiradores, los tifosi.

La gigante hinchada roja provoca que los pilotos también vivan en carne propia esa pasión compartida. Un testimonio de esto es Charles Leclerc que lo afirma en una nota con la revista Dlui.

«Nosotros tenemos a los tifosi, algo que el resto de equipos nunca tendrán. Contamos con millones de aficionados en todo el mundo. La pasión que crea Ferrari es lo que otros equipos siempre envidiarán».

Por otro lado, el monegasco reconoce que desde pequeño se ha sentido atraído por la escudería y que era impensado para él formar parte de ella.

«Aproveché una vez el balcón de un amigo para ver el GP de Mónaco. Era muy joven en ese momento. También en la calle, sólo buscaba el coche rojo y ni siquiera puedo explicar por qué. Probablemente nací fanático de Ferrari sin saberlo. Me parecía un sueño inalcanzable ser piloto de Ferrari algún día, así que cuando me veo de rojo cada día es una emoción increíble».

La joven dupla de pilotos representa una esperanza para los miles de tifosi alrededor del globo

Además, el compañero de Carlos Sainz declaró que si le tuviese que dar un consejo a su versión más joven le aconsejaría que bajo ninguna circunstancia se aleje de sus objetivos.

«A mi yo joven le diría que siga soñando, que apunte siempre a las estrellas, que tenga determinación y paciencia, porque a veces no he sido piadoso conmigo mismo. Eso sí, no hay que olvidar que esto es un trabajo, pero también un deporte. Para ser feliz tienes que amar lo que quieres y lo que haces», finalizó.

3 COMENTARIOS

  1. Buenas noches, una vez leí en un libro un fenómeno que se produjo a raíz de un experimento con monos en una isla del Pacífico próxima a Japón. Se les dio de comer patatas crudas, pero estas no tuvieron mucha aceptación, pues no gustó el sabor terroso que dejaban en sus paladares.
    En un momento dado, una mona se dirigió hacia la playa con uno de los tubérculos y lo lavó en el mar. Con eso consiguió mejorar bastante su sabor al quitarle la tierra y dejarle un leve gusto salado propio del agua marina.
    La mona comenzó a comer patatas lavadas y ligeramente saladas a partir de ese momento. Dicho comportamiento fue observado e imitado por algunos otros miembros del grupo de manera gradual.
    Al cabo de un tiempo, cuando un número determinado de monos puso en práctica dicho comportamiento, la costumbre se generalizó entre todos los componentes de la isla de manera casi inmediata.
    Lo extraño de todo ello, fue que los experimentadores pudieron comprobar poco después que dicho comportamiento se había extendido a todos los ejemplares de las islas vecinas, con los que no habían tenido relación alguna, dada le lejanía entre ellas que impedía toda forma de migración.
    Esto apuntaba a una hipótesis por la que, cuando una información compartida alcanza una determinada masa crítica, ésta se propaga al resto de ejemplares del mundo de una forma desconocida.
    Se empezó a teorizar sobre una nueva “dimensión del saber”, se comenzó a hablar de “campos del intelecto” o “campos mórficos”, del “meme eléctrico” como unidad mínima de saber que iba propagándose como un virus, saltando de cerebro en cerebro.
    Lo anteriormente descrito se conoció como el efecto del “centésimo mono”, que se supone que fue el número necesario de ejemplares que conformaron la masa crítica, para que un comportamiento determinado se extendiera entre todos los demás miembros de una comunidad o de una especie determinada.
    Todo esto, que resultaba tan sugerente, fue desmentido posteriormente por la falta de validez y de objetividad del citado experimento, una vez que la comunidad científica comprobó que, aunque el comportamiento se extendió entre los miembros más jóvenes de la isla, resultó falso que se extendiera a los de las otras islas vecinas.
    Y digo esto porque a veces, da la sensación de que el fenómeno de los “tifosi” resulta contagioso entre los demás aficionados del motor, resultando también curioso que Ferrari haya sido la única escudería capaz de dar lugar a un fenómeno fan tan generalizado, que ha calado en las gentes de países, culturas, o de cualquier otro ámbito que se quiera contemplar, alcanzado una dimensión global y digna de un estudio sociológico.
    https://youtu.be/H-kA3UtBj4M

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