"Muro de Leyendas": Juan Manuel Fangio
hace 13 años
____________ " ... DE DIOSES Y DE HOMBRES ..." _____________
Estimados caballeros, hoy toca hablar de un mito. Más allá de un mito… tal vez sería más apropiado definirlo como “El Mito”. Hay personajes cuyo halo, cuyos logros, cuya vida, por resumir, trasciende a tales niveles, que la historia casi se queda pequeña, si permiten la licencia, para hacer una valoración que muestre la trascendencia del personaje.
Cuando el Sr. Homero, me propuso hacer un “Muro de Leyendas” sobre este piloto, como acompañamiento a uno de sus extraordinarios trabajos (un vídeo que ha recopilado, editado, y elaborado con un trabajo que no se pueden ustedes imaginar, para el que se ha tenido que recurrir, incluso, y obtener licencias de las propias fundaciones y organismos argentinos… y ante cuyo resultado me levanto para descubrirme, pues es de una belleza sencillamente deliciosa), pues como les decía, cuando me lo propuso, en el mismo instante supimos que no podía tratarse de un “Muro” normal y corriente. Necesitábamos, y el asunto requería, de un “Muro” especial… Así pues decidimos elaborar una especie de monográfico sobre este personaje, que compendiara el artículo en sí, acompañando al monumental vídeo.
Acepté la propuesta de inmediato, ¿qué mortal se puede negar a participar en algo así?... y casi igual de inmediatamente me di cuenta de dónde me había metido. Evidentemente hablar o escribir sobre Juan Manuel Fangio, no es igual que hacerlo sobre otro piloto… se parece, sí… pero no es igual… Uno se da cuenta rápido de eso, en cuanto comienza a bucear en el protagonista. Existen pocos, muy pocos pilotos sobre los que se haya escrito y publicado tanto, ya sea a nivel profesional como “pseudo-profesional” (y desde la apoteosis informática de internet, ya ni les cuento). Cientos de libros, miles de publicaciones, millones de escritos inundan los medios, con mayor o menor acierto, rigor histórico y demás. Pero la mayoría, pese al eje fundamental más repetitivo, como es lógico, tienen algo digno de rescatar… de tener en cuenta.
Evidentemente, a uno le asalta el miedo y la duda, cuando se pone manos a la obra, pretendiendo separar la sal del agua en el océano, sin ser sobrepasado… No siempre se consigue.
Hay miles de anécdotas, miles de datos, de rememoraciones, de intervenciones. No les abrumaré con ello. No es la intención de este “Muro” (nunca lo ha sido), por lo que obviaremos cantidades ingentes de análisis y estadísticas. Tampoco profundizaremos en el acontecer del piloto, ni repasaremos su vida y competición pormenorizadamente. Para ello existen numerosas herramientas biográficas más al uso, y al alcance de todos. Es nuestra intención, como siempre, mostrar el retazo, el boceto, de un piloto y su entorno con unas pinceladas y destellos curiosos u originales, entendiendo siempre que las fuentes conseguidas y citadas son las que nos guían, y hemos de partir inicialmente de lo que ellos cuentan. Como siempre en estos casos, las fuentes no pueden sino ser subjetivas a su manera, y depende pues, posteriormente, de ustedes, el evaluar el rigor de ellas, o debatirlo, contrarrestarlo, argumentarlo, o concederlo. Nosotros les damos las pinceladas generales… terminen ustedes de pintar y vislumbrar el cuadro final… será “su cuadro”, y ese es el más importante.
De entre todos los análisis, informaciones y biografías leídas, al final siempre terminaba volviendo al mismo. Un resumen de la vida de Fangio, que me resulta de los más sintetizadores, aparte de original, y además con una característica que lo redoblaba el valor: el autor. Son palabras mayores, cuando alguien como él, habla así de Fangio, no podemos pasarlo por alto (subjetividades aparte). Se merece al menos ser escuchado. Escribe ni más ni menos que el mismísimo Sir Stirling Moss. Lean sus palabras:
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Era una de mis primeras competiciones en el extranjero: el Gran Premio de Italia de 1950, que se corrió en la ciudad de Bari bajo un sol enceguecedor -[Aunque esta es la expresión literal de Moss, o del receptor de sus palabras, ha de entenderse Gran Premio de Bari, carrera del campeonato no puntuable para en mundial, en vez del GP de Italia sí puntuable que se celebró en Monza]-. Tenía apenas 20 años y conducía un HWM de dos litros, un auto de muy poca potencia.
Me percaté de que me iban a sacar una vuelta de ventaja cuando vi aparecer en los espejos el Alfa Romeo del campeón italiano Nino Farina. Al llegar a una curva, me empezó a rebasar y a cerrar el paso; así que, o frenaba yo o chocaba contra el muro. Sin embargo, Farina se abrió un poco más de lo debido y fue él quien tuvo que disminuir la velocidad. Entonces tomé el carril interior y me volví a adelantar… Mi momento de gloria no duró mucho. Con sus más de 260 caballos de fuerza, Farina pasó rugiendo junto a mí en la recta. Detrás venía el argentino Juan Manuel Fangio. Cuando me dio alcance, volvió la cabeza y me sonrió. Era señal de que había disfrutado el incidente, y también el inicio de una entrañable amistad.
Fangio comenzó a competir en Europa cuando tenía 37 años, y ganó su primer campeonato mundial a los 40, en 1951. Luego obtuvo otros cuatro e implantó una marca. De 51 grandes premios en que participó, ganó 24, otra hazaña sin precedente. Pero lo más importante de él fue su grandeza como ser humano.
En los pits era ejemplo de modestia y sencillez. De 1,70 metros de estatura y 74 kilos de peso, este hombre de espaldas anchas estaba curtido por muchos años de competir en carreras por carreteras y caminos rurales. Tenía el cabello ralo y unos ojos de color azul grisáceo de mirada penetrante. Trataba a todo el mundo con calidez y naturalidad, lo mismo a los mecánicos que a los miembros de la realeza. "Hay que ser amigo de los mecánicos", decía. "Son quienes hacen que un auto sea lo que es, y lo acompañan a uno en la carrera".
Era una época de extravagancias: los pilotos usaban casco de corcho, guantes encordelados y camisa de jugador de polo, y les gustaba cultivar una imagen de macho. La excepción era Fangio. Él no necesitaba demostrar nada en absoluto. Bebía muy de cuando en cuando, y se acostaba temprano siempre que iba a competir. Su manera de ser me causó una profunda impresión. "Uno debe tomar las carrera con pasión", decía. "Hay que amarlas como el pintor ama su arte, y poner en ellas todo el empeño que exigen".
Fangio se distinguía por su buena disposición para compartir sus habilidades con otros corredores. En 1955 me hice su compañero en el equipo de Mercedes Benz. Tenía yo 25 años, y no solo estaba ansioso por aprender cuanto pudiera del arte del automovilismo, sino resuelto a arrebatarle la corona al campeón. No había mejor lugar para observar al maestro que a dos coches de distancia detrás de él. Otros corredores no vacilaban en frenar antes de tiempo para mantenerme a distancia, pero ese no era el estilo de Fangio. Al igual que un padre con su hijo predilecto, quería enseñarme todo lo que sabía, no sólo sobre autos, sino también sobre la vida.
Un día, estábamos practicando en Aintree, en Inglaterra, cuando de pronto vimos a un joven piloto abrirse paso entre un numeroso grupo de chiquillos que agitaban sus libretas de autógrafos. Viendo la cara de decepción de los niños, Fangio se detuvo y, muy sonriente, firmó todas las libretas. Cuando se despidió, esos pequeños habían comprendido lo que significaba estar junto a un verdadero campeón.
Entre los 15 y 17 años ya se ocupaba de entregar coches a los clientes. Conducía por caminos sin pavimentar, cubiertos a menudo por una gruesa capa de polvo o fango, según fuese verano o invierno. "Para conducir a toda velocidad en el lodo", decía, "hay que sentir las ruedas en las vértebras".
Probó por primera vez el sabor de las carreras en el Chevrolet de un cliente, como copiloto. Luego, en octubre de 1936, transformó un taxi prestado (un Ford) para debutar como corredor. Su evidente madera de campeón motivó a los habitantes de Balcarce a cooperar para comprarle un Chevrolet de seis cilindros, gesto que Fangio nunca olvidó.
En 1940 obtuvo su primer triunfo importante en el Gran Premio Internacional del Norte, un recorrido de ida y vuelta -con paradas para pasar la noche- de unos 9.500 kilómetros entre Buenos Aires y Lima. El cansancio y el mal de montaña fueron riesgos tan grandes para los competidores como los escabrosos caminos que recorrieron, en algunos tramos a más de 4.000 metros de altitud.
Fangio fue campeón de carreras por carretera en su país en 1940 y 1941. Al año siguiente, a causa de la Segunda Guerra Mundial, las competiciones se suspendieron, y a él le preocupó la posibilidad de que, cuando se reanudaran, hubiesen pasado ya sus mejores años. Sin embargo, cuando llegó a Europa, en 1949, asombró a todo el mundo con su excepcional habilidad para saber cuándo atacar y cuándo evitar el peligro en las pistas.
En 1950, en Mónaco, llevaba la delantera cuando un competidor salió girando en una curva y provocó la colisión de otros nueve autos. La curva era cerrada, y Fangio se acercaba a ella a gran velocidad, sin percatarse del peligro. Sin embargo, notó algo raro en el público: en vez del mar de rostros vueltos hacia él, la multitud miraba en dirección opuesta. Frenó en el acto y se detuvo rechinando a escasos centímetros de la maraña de metales retorcidos.
Fangio también era capaz de desplegar una asombrosa fuerza física. El Gran Premio de Argentina de 1955 se celebró durante una ola de intenso calor. Los mecánicos freían huevos sobre la cubierta del motor de los coches, y el asfalto de la pista estaba chicloso. Al cabo de una hora, me detuve en los pits con la bomba de gasolina averiada. Tuvieron que ayudarme a salir del cache, y necesité agua, una ducha y otro auto para poder seguir en la carrera. Casi todos los vehículos que llegaron a la meta lo hicieron con dos o tres pilotos que se turnaron para conducir. Fangio, en cambio, se mantuvo al volante solo y sin descanso durante tres horas... y ganó.
¿Cómo lo logró? "Pensé que iba caminando por un banco de nieve hundido hasta la cintura”, contó después, “y me dije que tenía que seguir andando porque la nieve me estaba congelando. Funcionó".
Sólo en muy contadas ocasiones sobrestimó su resistencia. Después de una carrera en Dundrod, Irlanda del Norte, en junio de 1952, partió a Monza, Italia, para competir al día siguiente. Le habían prometido trasladarlo en un avión particular, pero lo dejaron plantado y tuvo que tomar un vuelo comercial a Londres y luego otro a París. Un amigo se ofreció a llevarlo en coche a Lyon, y allí le prestó el auto para que recorriera el tramo restante de 480 kilómetros a través de los Alpes. Fangio llegó media hora antes de que comenzara la carrera.
-Te ves un poco cansado- le dijo Ascari.
-No es nada- repuso él.
Sin embargo, en la segunda vuelta, y en un auto con el que no estaba familiarizado, calculó mal al tomar una curva y despertó en el hospital con varias vértebras cervicales rotas. Permaneció inmovilizado durante 12 semanas, y se prometió no volver a correr estando cansado. Reflexionó que era "muy fácil pasar de la vida a la muerte sin darse cuenta siquiera".
Los accidentes quizá fueron una de las razones por las que nunca se casó, aunque solía hacerse acompañar por mujeres. Adoraba a su familia, y la nostalgia por su terruño lo perseguía los seis meses que duraba la temporada en Europa.
Cuando estaba en la pista, podía ser el rival más implacable del mundo. Pero a veces también hacía gala de caballerosidad. Como en las Mil Millas de Italia de 1956, un recorrido en verdad extenuante. Las condiciones eran pésimas, debido a la lluvia, y tuve que abandonar la carrera cuando mi Maserati 350S se salió del camino en una curva doble y fue a estrellarse con un árbol luego de caer por una pronunciada pendiente.
Mi copiloto y yo regresamos a la carretera y echamos a andar hacia el poblado más cercano. De pronto oímos el rugido de un Ferrari que venía a todo tren. Tenía que ser Fangio. Le deseamos suerte con los pulgares levantados, pero él se detuvo.
-¿Están bien?- gritó. -¿Quieren que los lleve al siguiente pueblo?
-¡Juan!- le dijimos. -¡Se supone que estás compitiendo!
El maestro sonrió, se encogió de hombros y, tras enjugarse un chorro de agua de la nariz, se marchó. Terminó en cuarto lugar.
Dos años después, se encontraba en un hotel de La Habana la víspera del Gran Premio de Cuba cuando de pronto se vio con el cañón de una pistola en medio de los ojos. Los guerrilleros de Fidel Castro querían llamar la atención para su causa. Al caer en la cuenta de que podían secuestrar a otros pilotos, Fangio les pidió a sus captores:
-Háganme un favor. No se lleven a mi amigo Stirling Moss. Se acaba de casar, y está aquí con su esposa. Sería muy doloroso para ella.
Concluida la carrera, Fangio, que seguía absolutamente sereno, fue puesto en libertad.
Alcanzó su mejor momento durante la que quizá haya sido la carrera más emocionante de todos los tiempos: el Gran Premio de Alemania de 1957, en el circuito de Nürburgrig, de 22.8 kilómetros. En tanto que algunos pilotos planeaban correr las 22 vueltas sin detenerse, Fangio empezó con una carga ligera de gasolina, pues quería sacar una buena ventaja, y luego, a media carrera, repostar y cambiar neumáticos.
En las primeras 11 vueltas, rompió seis veces la marca de velocidad por vuelta y sacó una ventaja de 28 segundos. Pero en la siguiente, cuando entró con su Maserati a los pits, los mecánicos cambiaron los neumáticos con desesperante lentitud. Cuando Fangio retomó la pista, estaba 48 segundos atrás de los dos punteros, los británicos Mike Hawthorn y Peter Collins, que conducían sendas máquinas Ferrari.
Sólo faltaban diez vueltas. Al final de la recta principal había una curva poco cerrada donde la pista formaba un declive. En ese sitio, Fangio normalmente habría disminuido la velocidad a unos 240 kilómetros por hora, a fin de pasar rasando el desnivel en vez de brincarlo. En esa ocasión, empero, decidió mantener el pie en el pedal del acelerador. El Maserati se elevó en el aire unos centímetros. Al aterrizar, Fangio vio una nube de polvo por el espejo: había tocado suelo justo en la orilla exterior de la pista, así que pensó que podría ganar unos segundos en cada vuelta.
Entonces fue acercándose a los líderes. Vuelta tras vuelta, 100.000 espectadores aplaudían y gritaban llenos de emoción cada vez que Fangio volvía a romper la marca. Rebasó a Collins y luego, ya en la penúltima vuelta, se lanzó en pos de Hawthorn. En una recta corta, éste se pasó al carril derecho para tomar la siguiente curva, y entonces Fangio lo rebasó por dentro. Sin aflojar la velocidad, mantuvo la delantera y llegó a la meta 3.6 segundos antes que el británico. Había superado diez veces la marca de velocidad por vuelta y obtenido su quinto campeonato mundial. Supo, entonces, que había llegado al límite de su capacidad.
Nunca volvió a mostrar tantos arrestos en una pista. En julio de 1958, mientras se preparaba para el Gran Premio de Francia, experimentó una sensación hasta entonces desconocida.
"Correr se ha vuelto una obligación", dijo. "Y cuando esto empieza a parecerse a un trabajo...”
En cierto momento de la carrera, mientras intentaba colocarse en el cuarto puesto con un Maserati de difícil manejo, vio a Luigi Musso salirse de la pista girando como trompo. Más tarde se enteró en el hospital de que Musso había perecido. Fangio, a la sazón de 47 años, ya había decidido dejar de competir. Regresó directamente a Argentina y se dedicó a su rentable agencia de Mercedes Benz. Sin embargo, a menudo viajaba al extranjero para hacer presentaciones en público.
Treinta años después de su retiro, su presencia aún calaba hondo en el ánimo de la gente. Corredores que ni siquiera habían nacido cuando él abandonó las pistas se apiñaban a su alrededor. ¿Qué tenía Fangio de especial? Sin duda, su gran estatura moral: un sentido del honor rara vez visto entre los deportistas de hoy.
Por mi parte, conocí a un hombre que casi alcanzó la perfección en su oficio y que, no obstante su grandeza, jamás perdió la humildad. Siguió viviendo modestamente con su familia. En la Navidad de 1993 fui a visitarlo. Aprecié un brillo de alegría en sus ojos cuando me senté a su lado.
-Una de las cosas buenas de nuestra profesión- me dijo -son las amistades que se forjan y mantienen aunque pasen los años.
Luego, en julio de 1995, me llegó la noticia de su muerte y fui a verlo yacer en la capilla ardiente en el museo del automovilismo construido en su honor en Balcarce. Más tarde, mientras trasladábamos el ataúd al cementerio, la gente se apostó en las calles en enormes filas bajo el sol invernal. Muchos lloraban o extendían la mano para tocar el féretro.
El maestro se marchó sin aclararme un último misterio: el Gran Premio de Inglaterra de 1955. Yo apenas comenzaba a figurar como competidor de clase mundial, y estaba corriendo ante mi público, en Aintree. Nunca deseé tanto el triunfo como en esa ocasión. Luego de 90 agotadoras vueltas, llegué a la meta como ganador... sólo dos décimas de segundo antes que Fangio.
Pero ¿en verdad gané? Repasé esa carrera muchas veces en mi mente. A lo largo de 90 vueltas, hubiera sido posible que él me cediera algo de ventaja. Con todo, tratándose de Fangio, hubiera procurado que pareciera una carrera reñidísima… Años después de que los dos dejamos de competir, le pregunté si me había regalado la victoria. Él me dijo en tono rotundo:
-No, no, Stirling. Tú ganaste.
Jamás lo sabré a ciencia cierta. Pero el favor, si en verdad me lo hizo, fue un acto propio de un genuino campeón... y de un gran ser humano.
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Curiosamente, su relación con la Scuderia, no fue muy prolija. En 1956 Fangio había fichado por Ferrari. Sólo aguanta un año. Enzo Ferrari esperaba que sus pilotos le "prestasen juramento" y se sometiesen a los intereses superiores de la escudería. Pero Fangio, como cuando estaba en Alfa, Maserati o Mercedes, sólo deseaba correr Le Mans, la Mille Miglia… etcétera, y, sobre todo, ser el pivote de su escudería.
Así, los dos grandes monumentos de la F1 se cruzaron sin llegar a comprenderse. El resto de pilotos de Ferrari tenía la elegancia natural de los jóvenes de buena cuna. Eran condes, como Von Trips, marqueses, como De Portago, o educados en los mejores colegios británicos, como Collins o Hawthorn. Miembros de la alta sociedad italiana, como Musso o Castellotti. Lo cual no impedía que cuando Fangio hablaba, todos escucharan ensimismados al hombrecito de la boina, al hijo de un obrero de Balcarce.
Los bellos jóvenes de buena cuna compartieron su destino, y fueron cayendo, todos, uno tras otro. El hombre de la boina fue el único que "abandonó" a Enzo Ferrari. Y el único que “sobrevivió”.
El antiguo protegido del General Perón moriría a los 84 años con el corazón cansado pero rodeado del amor de los suyos, y llorado por todo un pueblo.
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Juan Manuel Fangio, nacido el 24 de Junio de 1911 en Balcarce, Argentina. Fallecido el 17 de Julio de 1995 en Buenos Aires.
* Compite de 1950 a 1958 en Alfa Romeo, Maserati, Mercedes y Ferrari (51 GP´s)
** 24 Victorias (9 podios)
** 28 Poles position
** 23 Vueltas Rápidas (277,5 puntos acumulados)
*** Campeón del Mundo en 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957 ***
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Nota de edición: me permito recordales que este artículo es un especial que va ligado al magistral vídeo del Sr. Homero: "FANGIO - La Leyenda" (no dejen de visionar esa joya), y entiendan ambos trabajos como un todo. Es más, deseamos, como no, que les guste... y si así fuera, no dejen de agracer todo el esfuerzo a este compañero, pues en este caso, mi labor es de "protagonista secundario". El mayor mérito es todo suyo, y desde aquí, tenga mi primer aplauso. Gracias Homero.
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>> Fotos: Bernad Cahier / Paul-Henri Cahier / Google Images
>> Fuentes: Sergio Sabaté / Hypnos / Stirling Moss / X. Chimits/ Reader´s Digest / Cahier Archive
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Lo vi ganar por primera vez en 1954 en el gran Premio de la Rep. Argentina. Con Maserati. Iba yo de la mano de mi padre y era solo un niño de 8 años. Quedó grabada en mi mente la imagen de la carrera.
Quizá por ello sigo la F1 desde aquél momento.
51 carreras corridas y 24 ganadas. Nadie pudo igualar esa performance.
Por eso merio cuando he escuchado de algun piloto decir que ha igualado en cantidad de carreras ganadas por "chueco". Casi 50% de efectividad es algo inusitado en toda la historia de la F1.
Fué un grande, pero de los mas grandes.
Sus anécdotas lo pintan de cuerpo entero. -
El Celestino, mayor aun es la efectividad en solo 8 mundiales 5 titulos, por dios sabia de el las estadisticas pero saber del tipo de persona que fue, es espectacular, como aquella clase magistral que le dio a Froilan Gonzalez en Silverstone, todo un grande, Felicitaciones CC Puertas, solo espero para poder ver el video, desde el trabajo no puedo verlo, debo esperar a llegar a casa.
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Señor Jorge un placer leerlo de verdad, si bien la web es excelente (felicidades a todos por la excelente web), los comentarios, historias y anecdotas que usted nos regala son invaluables...
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Fantástico trabajo por parte de todos. Puertas, excelente como siempre, Homero, un crack, hay que ver cómo te lo curras. Y Jorgech... sin palabras. Con el máximo respeto hacia todos los que hacen posible esta página y a todos los que comentan con asiduidad, yo digo que las aportaciones de Jorgech dotan a esta página de un plus dificilísimo de igualar. Disfrutar de los recuerdos de alguien que ha vivido en primera persona esas situaciones es un privilegio que yo nunca querría perder y me figuro que muchos de los foristas tampoco.
Jorgech, por favor, no vuelvas a asustarnos diciendo que no comentas nada más. En mi opinión los que han vivido situaciones y hechos del calado de los que nos regalas tienen el deber de impedir que esos recuerdos se pierdan. Has de compartirlo porque hacerlo es mantenerlos vivos y una forma de homenajear a aquellos que forman parte de la historia de la F1 y ya no están entre nosotros. Quizá te cargo con una posible obligación que no deseas, pero espero que comprendas que cara a la historia pasada cada uno de nosotros es responsable de compartir con los que nos rodean los recuerdos y vivencias que tenemos para defender la verdad y que no caiga nunca en el olvido.
Es mi opinión, así la expongo y también digo que en mi vida y trabajo procuro hacerlo siempre. Yo lo aprendí de joven de alguien mucho mayor que yo y desde entonces he procurado seguir todo aquello que me enseñó. No soy un ejemplo para nadie, seguro, pero creo firmemente en que tenemos que compartir aquello que sabemos y no hay otra forma de encontrar.
Vaaaaya, ya me he enrollado. Perdón.
Jefes de la página, os propongo esto: Jorgech, ¿por qué no publicas tus memorias? Seguro que los jefes te ayudan. Podría hacerse como memorias o como crónicas comentadas, por entregas semanales, se pueden aportar audiovisuales especialmente si se hace para internet, etc. Se puede publicar, se puede crear en internet otro tipo de página linkada a esta, se puede utilizar como una especie de "Who is who" de la F1 desde el principio... Homero seguro que se apunta y estoy convencido de que otros foreros echarían una mano si pudieran. Uff, creo que me he pasado exponiendo algo que a mi me gustaría encontrar. Mis disculpas si ha sido así, especialmente a los foristas menos adictos.En cualquier caso enhorabuena a todos y muchas gracias por vuestro trabajo.
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Apoyo totalmente la iniciativa de Decibelio, personalmente me parecería un privilegio poder disfrutar de esas vivencias.
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Por cierto, Felicitaciones y gracias a todos por este fantástico trabajo y en especial a Jorgech por su inestimable aportación.
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CC Puertas, Estimado, te pasaste con tu artículo. Muchísimas felicidades. Le has dado un enfoque tan distinto al ser narrada su vida por otro gran corredor (en vida aún) que hace que la historia sea diferente. Una vez más agradezco tus artículos y te felicito por ellos.
Amigo Jorge, Tengo todas las ganas de leer tus comentarios, solo ví 2 y tu experiencia y vivencia nos aportan muchísimo tal como lo dice CC Puertas en su comentario # 6. Por no tener tiempo hay los veré más tarde. Felicidades y un abrazo para ambos. Vittorio Olivieri, Chile
53 Comentarios
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Sr Puertas, me descubro ante su magistral prosa, escribe usted como los dioses. Como le comenté en privado, me cautivó el escrito, y hoy releyendo, me vuelvo a emocionar.
BRAVO, BRAVÍSIMO, un aplauso por su gran trabajo.
Saludos.