SOMOS UNOS HIPÓCRITAS
hace 3 años

Tras el accidente de Mick Schumacher en la clasificación del GP de Arabia Saudí todo el mundo reconoció abiertamente (desde cadenas de televisión, medios informativos digitales, y otras personas relativas al Gran Circo), que pistas como la de Yeddah suponen un riesgo innecesario para los pilotos y que debería de revisarse si este circuito debiese de formar parte del calendario; así como las consideraciones a tener en cuenta para la construcción de nuevas pistas.
Y si bien es cierto que, dada la magnitud del espeluznante choque del piloto de Haas, a todos nos entró el miedo, y tuvimos varios minutos de incertidumbre en los que revivir fantasmas del pasado y hacernos muchas preguntas sobre ese riesgo inherente que conlleva este deporte o las medidas de seguridad, … la mayor parte de los que estábamos frente a la pantalla evidenciamos un cierto grado de hipocresía.

La evidencia que mejor esclarece esta tesis es que hace tan solo cuatro meses, cuando se inauguró este trazado, y varios meses antes durante la promoción que la F1 y otras entidades le hacían al mismo; las palabras clave y las más utilizadas para atraer nuestra atención fueron: urbano, estrecho, muros extremadamente cerca de la pista, velocidad media de 260 km/h, 27 curvas muy rápidas. En resumidas cuentas, los reclamos publicitarios subyacentes pueden resumirse en: circuito extremo, muy difícil y peligroso. Y nosotros, ilusos, pese a saber a lo que íbamos, caímos en la trampa.
De ese fin de semana entre el 3 y el 5 de diciembre de 2021, más allá del esperpéntico duelo entre Max y Lewis, recuerdo gran entusiasmo y simpatía por el diseño del circuito, por parte de los organizadores (evidentemente), pero también numerosos halagos procedentes de los pilotos, y varios comentaristas o reporteros que cubrían el evento de una u otra manera. Y todo ello a pesar de que presenciamos un accidente multitudinario que sin duda pudo ser más grave de lo que acabó siendo. Pero en ese momento pareció importarnos poco (o menos). El GP se resolvió sin mayores percances, hubo drama y tensión en la lucha por el campeonato, y la única polémica estuvo dirigida a las maniobras de Max Verstappen.
Sin embargo, tan solo cuatro meses después la lectura parece ser otra. Tras haber revivido fantasmas del pasado por unos momentos, hemos experimentado un amago de pánico que nos ha hecho adentrarnos en nuestros principios como aficionados y a la postre hemos dictaminado justicia: “¿Por qué motivo la F1 permite competir en un circuito así?”. Y es cierto, el trazado es peligroso, y lo lleva siendo desde la temporada pasada, cuando preferimos pasar por alto la cuestión. Por este mismo motivo, y por la “farsa” de nuestro criterio para dictaminar justicia en según qué situación, me encuentro escribiendo estas líneas, ya que se han podido leer opiniones bastante déspotas, por parte de aficionados corrientes, pero también por parte de personas unidas a la F1 y de las cuales esperaba una reflexión un poco más profunda.
El problema a mi parecer es que este radical cambio de postura desemboca en la hipocresía. Y es que en este tipo de deportes, donde el riesgo en mayúsculas es el pan de cada día, y donde eventualmente suceden cosas terribles, el espectáculo va ligado al riesgo. Sin ir más lejos, la premisa básica del motorsport es competir con máquinas capaces de alcanzar velocidades vertiginosas y letales en caso de accidente. Eso no quita que como seres humanos racionales necesitemos de unos mínimos de seguridad, por el bien de los corredores.
Estos últimos, los grandes protagonistas, han estado siempre envueltos en el eterno debate del riesgo que entraña su oficio, ya que someterse a estos desafíos semana si, semana no; tiene que hacerles reflexionar sobre ello. En síntesis, los pilotos están dispuestos a llegar hasta los mínimos de seguridad que la FIA exige. Si esos estándares no se cumplen, jamás moverán un dedo. Pero dentro de estos márgenes lo darán todo por sacar el mejor tiempo o el mayor número de puntos.
Como dijo Senna: “If you no longer go for the gap, you’re no longer F1 driver”. Y es así de simple, aunque pueda parecer irracional. Otros pilotos contemporáneos en varias ocasiones han hablado del tema. Checo Pérez preguntado tras el nacimiento de su hija si se volvería más conservador dijo que no podía permitírselo, que cuando uno se monta en el monoplaza no piensa en eso, que se vuelve egocéntrico. Y celebre es ya la frase de Magnussen “no me importa morir”; o el caso de Bruno Senna, quien después de ver perder en competición a su padre y su tío decidió seguir con la tradición familiar.
Por ello, existen ciertas líneas difusas en las que nuestros posicionamientos son más ambiguos o donde sale a relucir la ya mencionada hipocresía. Del mismo modo que todo eran risas hasta el accidente de Mick, hay otras pistas igual de peligrosas que alabamos por su “espectacularidad”. El mejor ejemplo de ello es el circuito urbano de Bakú, que reúne a lo largo de sus 6 kilómetros peligros suficientes para que suceda algo verdaderamente grave. A priori este circuito nos encanta por el porcentaje de carreras interesantes que hemos visto en él, cuando realmente todas ellas han tenido como causa graves accidentes (destacando el choque entre Ricciardo y Verstappen en 2018, o los reventones a máxima velocidad de Stroll y Verstappen en 2021). Otros ejemplos pueden ser el circuito de Singapur, el de Canadá o las curvas de Eau Rouge y el Radillon en Spa Francochamps.

De esta forma los términos diversión y espectáculo se convierten en sinónimos de riesgo y peligro. Y todo esto queda recogido en un contrato invisible que cualquier fan acepta o va aceptando según se enamora de este deporte y su belleza, que evidentemente llega mucho más lejos que el riesgo. Por desgracia somos lo bastantes ilusos para no darnos cuenta de que hemos aceptado estas condiciones hasta que algo sucede. Cegados por nuestro furor no somo capaces de entender o aceptar la contradicción en que hemos caído, que hipócritas somos.
3 Comentarios
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Excelente artículo de opinión de Nicolás Nebot Páez.
Unos estarán más de acuerdo...otros tal vez menos. Pero para llevarnos a la reflexión.