GP de EE.UU. 2018 - Calificación: Hamilton logra una disputadísima Pole Position frente a los Ferrari
hace 6 años
Espectacular tanda final de esta sesión clasificatoria en Austin donde hemos vivido una tremenda batalla. Una lucha apretadísima, cerrada hasta límites pocas veces vistos, donde tres coches han volado de la mano en una incertidumbre más que emocionante.
Porque los Ferrari, como renacidos, dieron el do de pecho en el Circuito de Las Américas, tal vez a estas alturas ya en semejanza al canto del cisne, pero en todo caso muy loable y dignísimo ese apretón final. No consiguieron su objetivo, porque un Lewis Hamilton en estado de gracia este final de temporada parece invencible en su Mercedes... pero qué soberbia manera de “no conseguir” la Pole los de Maranello: los tres bólidos en apenas 70 milésimas en uno de los resultados más apretados de los últimos tiempos, si no el que más.
Pero en todo caso, extraordinario otra vez Hamilton, poniendo tal vez la penúltima losa de su escalera a la gloria del quinto entorchado con una nueva primera plaza de parrilla fabulosa. Segundo fue Sebastian Vettel y tercero como decimos Kimi Räikkönen, ambos también sobresalientes.
Por parte de nuestros pilotos, a punto de entrar entre los diez mejores Carlos Sainz, quien terminó con el Renault colocado en 11ª posición. Mientras que Fernando Alonso sigue arrastrando monoplaza y penurias por los lugares menos nobles del pelotón. El de McLaren solo consiguió el 16º crono, cayendo en la Q3.
En la primera ronda, a pesar de que los Ferrari comenzaban poniéndose delante, solo les dura hasta que salen los Mercedes y los de la estrella se colocan en cabeza claramente, conformándose así el estatus usual con el equipo alemán seguido del italiano y detrás los Red Bull.
Luego se van alternando entre los Renault, Force India y Haas hasta los diez primeros, mientras que por detrás sufren especialmente los Williams y los McLaren. Estos van a protagonizar sobre todo la lucha por el descarte, aunque también vemos problemas para Max Verstappen, quien rompe uno de los tirantes de la suspensión trasera al subirse por encima de un piano.
Afortunadamente para el holandés, ya había conseguido un registro de seguridad, por lo que pasará a Q2, cosa que no hará finalmente ninguno de los mencionados Williams y McLaren, a quienes acompañará Marcus Ericsson en la criba.
Llegados a la segunda ronda, ahora sí vemos más notoriamente el despertar de Ferrari, y la Scuderia coloca sus dos monoplazas en los mejores tiempos de principio a fin. Los secundan las Flechas de Plata con ahora Daniel Ricciardo en solitario a su zaga, ya que los daños antes mencionados en el otro Red Bull harán que su compañero ponga el punto final a su participación en la sesión de calificación y será uno de los descartados sin tiempo en Q2.
En esta tanda los que peligran de inicio son principalmente los Toro Rosso y los Haas. Aparte se da la inusual circunstancia de que casi nadie logra mejorar registros en sus últimos intentos, salvo Charles Leclerc que completa una vuelta excelente, y de esta manera se salva una vez más y entra en los puestos de honor, cosa que no podrán hacer Sainz (por los pelos), Kevin Magnussen, ni los Toro Rosso.
Cuando llegamos a la ronda definitiva, nos preparamos para una batalla cerrada entre Mercedes y Ferrari. Ninguno cede, y sus tiempos son muy similares. El primer sector es dominado por los de rojo, mientras que el segundo es cosa de Hamilton. Esto hace que Lewis marque el mejor crono, aunque con Vettel a solo 98 milésimas momentáneamente. Tercero es Valtteri Bottas a una décima y cuarto es Kimi cediendo otras tres.
Ricciardo queda ya más descolgado en tierra de nadie, para dar paso luego a una alternancia entre Esteban Ocon, Nico Hülkenberg, Romain Grosjean, el sorprendente Leclerc y Sergio Pérez, entre los que no tienen muchas opciones realistas de pelear por metas mayores.
Pero es en la tentativa final donde se desata la tormenta. Los de Ferrari queman naves y ponen toda la carne en el asador, rodando como si les fuera en ello mucho más que esta calificación en Austin, y apretando tanto las cosas que sólo un Hamilton superlativo pudo exprimirse lo suficiente para arrebatarles la Pole más ajustada desde hace mucho… Sebastian finalizó a solo 61 milésimas y Raikkonen a 70.
Y estos fueron los tiempos y posiciones de esta sesión de clasificación a falta de aplicar las sanciones para conformar la parrilla de mañana:
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Buenas noches, hace poco leí unas declaraciones de un antiguo piloto de F1 llamado Robert Doornbos, en las que afirmaba que en los momentos malos había indicios de pánico en Ferrari, dada las malas actuaciones que han protagonizado en la segunda mitad de la temporada.
Esto del pánico me trajo a la memoria un libro de Malcolm Gladwell titulado “Lo que vio el perro” que da una nueva visión para entender el mundo. Compuesto por un compendio de artículos de diversa índole, estando uno de ellos relacionado con el tema del que nos ocupa.
El arte del fracaso, porqué algunas personas se ahogan y otras son presas del pánico. Así comenzaba el capítulo donde describía un partido de tenis correspondiente a la final femenina de Wimbledon del 1993 en el que la tenista Jana Novotná ganaba por 4 sets a 1 y dominaba el quinto por 4 juegos a 1, sirviendo su saque con 40-30 a su favor sobre su rival la mítica Steffi Graf. Se encontraba a cinco puntos de ganar su primer título de Grand Slam y de pasar a la posteridad por haber derrotado con contundencia a la mejor tenista de la época en uno de sus torneos más emblemáticos. A partir de ese momento cambió su juego cayendo en una espiral de fallos y desatinos que le hicieron perder una victoria cantada y la final. Solo pudo llorar ante la impotencia de no haber podido poner en práctica el juego que había desarrollado hasta ese momento.
Lo mismo la ocurrió al golfista Greg Norman, apodado “el Tiburón” en el torneo Masters de 1996 donde dominaba con una ventaja aparentemente insalvable, dada la trayectoria del juego que había seguido hasta ese momento, sobre su inmediato rival Nick Faldo, con el que perdió toda su ventaja y el torneo a partir de cierto golpe errado, tras el que encadenó una serie de inexplicables errores que no se correspondían ni por asomo con lo que se esperaba del mejor jugador del mundo, como se le consideraba en ese momento.
Era inexplicable que dos deportistas de élite pudieran sucumbir de forma tan estrepitosa cuando tenían la victoria al alcance de su mano y lo único que se podía relacionar con los hechos es que la espiral de fallos se produjo a partir de que los dos tuvieron conciencia de ello.
Para tratar de dar una explicación, Gladwell describe dos tipos de aprendizajes que se dan lugar en nuestro cerebro en cuanto a la adquisición y la puesta en práctica de habilidades: el “explícito” y el “implícito”.
El primero es el que se produce en una persona cuando aprende los movimientos a realizar a través de explicaciones e instrucciones pormenorizadas y mecánicas. Tiene un papel fundamental el consciente en esta etapa de la formación. Por ejemplo, una persona que no ha conducido casi nunca, a la hora de cambiar de marcha necesita pensar conscientemente: primero tengo que pisar el embrague y soltar el acelerador, luego debo coger la palanca de cambios sacar la marcha que lleva puesta e insertar la siguiente que quiero poner, por último debo soltar el embrague y acelerar de nuevo. Por eso cuesta tanto trabajo dar los primeros pasos en el aprendizaje pues debemos usar buena parte de la conciencia en realizar los movimientos, faltando capacidad para la atención o la toma de decisiones más complejas.
El segundo se produce de una manera más innata, a fuerza de repeticiones se van automatizando las operaciones manuales hasta que se realizan de forma “implícita”, lo que quiere decir que se pueden llevar a cabo sin que intervenga la conciencia en ellos, de manera automática o instintiva, entendiendo que no entra en juego el consciente porque dicha actividad se produce en otra área totalmente diferente del cerebro. Cuando uno ya sabe conducir solo tiene que pensar cuando quiere cambiar la marcha, no siendo necesario hacerlo para realizar las operaciones anteriormente citadas pues éstas se realizan implícitamente, por lo que se puede destinar la conciencia a otras más complejas como la observación de las circunstancias del tráfico, etc.
Por lo que se sabe, a los dos deportistas anteriores les pudo la presión en el momento que tomaron conciencia de estar a punto de conseguir el ansiado fin de ganar sus torneos respectivos. Entraron en un estado llamado de “ahogamiento mental” por el cual la parte consciente pasó a tomar el control de su cerebro y de su juego, lo que les supuso renunciar al inconsciente que es el que atesora las habilidades adquiridas de manera “implícita”, por lo que volvieron al estado inicial de cuando realizaban las tareas de forma “explícita” que es la que tenían al empezar su aprendizaje. Esto les supuso movimientos y juego de principiante sin poder hacer nada para remediarlo, a pesar de su dilatada experiencia y de su magnífica calidad, lo cual les debió resultar extremadamente frustrante.
Cuando hablamos de pánico, entramos en otro estado mental de bloqueo en el que se pierde la conciencia, la memoria a corto plazo y la capacidad de razonamiento, tomando el control del cerebro la parte instintiva exclusivamente. Este estado no es tan propio de los deportistas experimentados, pues aunque estos no dispongan de la memoria a corto plazo, siguen disponiendo de algún residuo de la que es a largo plazo, por lo que no se dejan dominar por el pánico con tanta facilidad. Este estado es más propio de personas con poca experiencia cuando se ven sometidas a situaciones de mucho estrés que no habían vivido nunca antes y que les supera o les desborda, sin encontrar solución alguna incluso aun cuando ésta se encuentre delante de sus narices.
Podríamos decir que el ahogamiento y el pánico son estados casi contrarios, pues uno se produce por pensar en exceso, renunciando al instinto, y el otro es no pensar nada, retornando a la parte instintiva y primitiva de nuestro cerebro.
Yo diría que el equilibrio y el control consiste en conseguir que cada parte ejerza su función, lo cual se debería hacer a través de la gran concentración. Una a la parte decide lo que quiere hacer para ganar el punto, el hoyo o la maniobra y la otra lo ejecuta con precisión y maestría sin tiempo para pensar.
Creo que fue en Mónaco 1988 cuando Ayrton Senna consiguió la pole con una vuelta magistral que rozaba la perfección fruto de un exhaustivo conocimiento del circuito, del coche y de sí mismo, además de un estado de concentración máximo que le llevó a alcanzar la plenitud como piloto. Al día siguiente fue líder destacado durante toda la carrera con un ritmo vertiginoso, marcando vueltas rápidas una detrás de otra, sin bajar en ningún momento del máximo rendimiento, sin cometer fallos, cayendo en una vorágine de velocidad y sensaciones que supongo le llevarían a un estado mental tal, que le hizo entrar en una especie de trance. Llegó a manifestar que parecía que el circuito se volvía recto y las protecciones desaparecían, que el coche iba sobre raíles y no se saldría de ninguna curva, al final manifiesta que llegó a ver una imagen a la salida de una curva que él creyó ser Dios, dadas sus profundas convicciones religiosas, perdiendo seguidamente la concentración y el control del coche, por lo que tuvo un accidente que le supuso el abandono y una victoria cantada desperdiciada.
Me extrañó mucho que Senna manifestara en público el hecho de haber visto a Dios, pues considero que esto es una experiencia muy personal y buena parte de la opinión internacional pudiera tomarle por el pito de un sereno al hacer esa afirmación, por muy creyente que fuera en su fuero interno, por lo que llegué a la conclusión de que tuvo que sentir algo. Algo que yo me inclinaría más como que determinados y complejos procesos cerebrales se desarrollaron en él, dado el profundo estado de concentración que se debe llevar en esos momentos. Por ejemplo que después de tantas vueltas al mismo circuito con las mismas referencias y repetitivas operaciones dieran lugar a que al final condujera su parte inconsciente implícita hasta que, en un momento dado, su consciente dijera a través de alguna señal ¡Eh, que yo también estoy aquí! perdiendo momentáneamente la concentración o la habilidad por esa abrupta vuelta a la realidad que le provocó el accidente. La verdad es que no creo que lo supiera con seguridad ni él mismo.
Todo esto viene a raíz de los fallos que ha cometido Vettel y su equipo Ferrari en las dos últimas temporadas fruto de la presión generada por la ansiada búsqueda de un campeonato que no acaba de llegar desde hace once años, los cuales describiría como pueriles y creo que se deben más a un estado de “ahogamiento mental” que a uno de “pánico”, tal y como afirma el piloto Robert Doornbos.
Me despido con una de las más populares canciones instrumentales de rock y soul de todos los tiempos titulada cebollas verdes, pues dicen que éstas son buenas para la circulación.
https://www.youtube.com/watch?v=_bpS-cOBK6Q
Buenas noches.