Red Bull no usará motores Renault en 2016

Buenas noches a todos:
Buen comentario Nippon Ichi, felicidades.
Cuando tiene lugar un evento del tipo que sea, en este intervienen unos elementos mínimos y tangibles que resultan imprescindibles y sin los que no se podría desarrollar el mismo, quedando todos los demás en un segundo lugar y por lo tanto podrían resultar prescindibles, aunque no podríamos negarles que contribuyen a enaltecerlo, difundirlo, darle más transcendencia o nivel.
Si se tratara de una prueba del motor, estaríamos hablando de tres elementos, la pista, los vehículos y por último los pilotos. Sólo con esto ya habría automovilismo.
Si estuviéramos hablando de un partido de tenis, los elementos serían la cancha, las raquetas/pelotas y los tenistas. Sólo con esto ya tendríamos tenis.
Si estuviéramos hablando de música, los elementos serían las partituras de los temas a interpretar, los instrumentos y los componentes del grupo u orquesta. Sólo con esto ya se escucharía música
Estos elementos mínimos e imprescindibles son los que constituyen la esencia de dichas disciplinas y es algo que siempre deberíamos tener presente, entre otras cosas porque esa simpleza de elementos son los que permiten también que se tenga acceso a su práctica de forma asequible y desde edades tempranas.
Qué niño no ha tenido la oportunidad de jugar al fútbol con una pelota en el parque de al lado de su casa, o al baloncesto, o al frontón. Qué niño no ha tenido acceso a un instrumento musical aunque fuera una flauta dulce.
Qué piloto que se precie no experimentó de niño la emoción que proporcionaba la velocidad tirándose de forma temeraria e inconsciente por una cuesta abajo con cualquier artilugio al que ha tenido acceso o ha fabricado expresamente para ello, aún a riesgo de poner en serio peligro la integridad de su dentadura, por ejemplo.
Podemos adornar las pruebas deportivas o los actos culturales de un halo de “glamour”, de “prestigio”, de “especialización” o de lo que se nos ocurra, que nunca funcionarán si no tenemos presente la esencia de las cosas que lo componen y que le dan su sentido, además de despertar las emociones que nos levantan del asiento, nos hacen aplaudir, nos conectan al experimentarlas en conjunto y quedan grabadas en nuestra memoria. Sin esto el glamour pasará a ser vanidad, el prestigio se convertirá en soberbia o complejo de superioridad y la especialización relegará la actividad al reducto de los pocos que la entiendan.
Quizá en el fondo esta falta de contacto con lo que es realmente importante y tangible es la causa de la pérdida del Norte que está padeciendo la Fórmula 1. Cuando un camino se acaba y no lleva a ninguna parte, quizá es mejor desandarlo y volver hacia atrás hasta la bifurcación donde nos equivocamos. A veces es mejor dar un paso atrás para dar luego dos hacia delante, a veces es mejor perder una batalla si esto sirve para ganar la contienda.
Incluso, dentro del trío circuito, monoplaza y piloto, siempre le he dado más importancia a este último por ser el elemento que en el momento de la carrera, se adapta, exprime y desafía las leyes de la física que le presentan los otros dos, aunque reconozco que esto es un punto de vista personal.
El caso es que cuando tengo un buen recuerdo, de un partido de tenis, por ejemplo, nunca pienso en la marca de la equipación ni de las raquetas, ni tampoco en el torneo donde se ha jugado, solo pienso en las jugadas de primer nivel que se han podido ver, aunque soy plenamente consciente que sin estas marcas patrocinadoras y sin estos torneos de prestigio, jamás se podría reunir el plantel de los jugadores mejores del mundo. Pero también es cierto que a veces la genialidad aparece en jugadores desconocidos y estos nos brindan con alguna gesta como vencer a un número 1 en un momento dado y es esa “imprevisibilidad” lo que da emoción y hace más grande a la competición.
Algo parecido me pasa con la música. Ya puede ser la canción más bonita del mundo tocada con los mejores instrumentos del mercado, que si no se interpreta bien ese día o se hace con un estilo que no me guste, es muy fácil que no quede igual de satisfecho.
Dicen que lo único comparable a las dimensiones del universo es la “estupidez humana” y en algunos aspectos llevan razón, pero la verdad es que para mi sigue siendo primordial el “factor humano” en muchos otros y las genialidades de las que he podido ser testigo durante mi “semicentenario” de vida me lo confirman, lo único que hace falta para que se produzcan es voluntad y oportunidades.
Un saludo.