Lo vivido este fin de semana en el Circuit de Barcelona-Catalunya roza el esperpento más absoluto, nunca en más de dos décadas asistiendo al evento vivimos tal nivel de despropósito y caos a todos los niveles. Con prácticamente todo el aforo vendido, la organización no tuvo mejor idea que dejar desamparados a miles de asistentes sin agua potable, sin control de aforos ni accesos, con atascos insufribles y una sensación amarga en lo que debía haber sido un evento inolvidable. Colas de tres horas para acceder al recinto y cuatro o más para salir del mismo dejan patente que la bronca de la FIA a la organización no debe caer en saco roto.

Vayamos por partes, ya desde el jueves la cosa pintaba mal, con sólo seis mil asistentes al paseo por el pitlane el descontrol ya era evidente, mientras aún se contrataba a chavales sin experiencia en el trazado para que comenzaran a trabajar el viernes. El primer día de libres se corrió la voz de la falta de control en accesos y aparcamientos: muy pocos leían las entradas electrónicas (pese a ser el día de tribunas abiertas con admisión general) ni los pases de socio y en los parkings (que costaban entre 20 y 25 euros más gastos de gestión) aparcaba quien quería, desatando el caos en las dos jornadas siguientes. El sábado, con cien mil asistentes al circuito, los atascos eran desproporcionados, y desde primeras horas de la mañana -ya sin plazas libres-, los empleados de aparcamiento rechazaban a los conductores que habían pagado religiosamente, debiendo aparcar en los polígonos de las zonas colindantes. En el parking B se vivieron las situaciones más surrealistas, con gorrillas pidiendo dinero por ayudar a aparcar e innumerables robos tanto en turismos como en las caravanas del camping, ante la falta de seguridad de la zona. Las peleas entre conductores eran frecuentes, con hasta veinte filas de coches tratando de salir por un único punto sin nadie controlando el tráfico o dirigiendo la situación. Incluso hubo un vuelco tratando de innovar por fuera de la carretera en una ruta no transitable hacia la C-17.

Para colmo, la ola de calor sufrida en estos días acrecentó uno de los mayores problemas del Circuit, la falta de agua potable. Desde mediodía no quedaba agua en los escasos puestos de venta disponibles (apenas uno por grada con los botellines a 4€) , donde la gente hacía cola de hora y media para llegar a una barra en la que no encontraban nada con el que esquivar los golpes de calor que vimos por doquier. Con lipotimias y desfallecimientos a la orden del día, sucedió la desgracia del fin de semana, un asistente de 35 años sufrió un infarto tratando de acceder al recinto. Desgraciadamente, falleció en la ambulancia camino del hospital, mientras la Cruz Roja no daba abasto para socorrer a todos aquellos afectados por los desvanecimientos. Para colmo, en el Circuit cortaron el agua de los baños, imposibilitando que las abarrotadas gradas pudieran refrescarse ante el incesante sol y la falta de zonas de sombra.

Con todos estos ingredientes, la jornada del domingo se antojaba caótica, pues en los graderíos la cosa no mejoraba. En las tribunas A y G se colaba quien quería al no haber validación de las entradas por parte de los empleados. En la tribuna A accedía mucha gente de pelousse y los pasillos centrales se encontraban abarrotados de gente, con el consiguiente peligro que ello supone. En la tribuna B se llegó a dar el caso de regatear con veinte euros o una botella de agua (las cuales se revendían a 10€ en la pelousse) al empleado de turno para que les dejara pasar, mientras en la tribuna principal los Mossos se veían obligados a intervenir en numerosos casos donde aquellos que habían pagado por su localidad se encontraban gente sin entrada en sus butacas. Además, la falta de personal dejó numerosas puertas desatendidas lo cual embotellaba aún más las otras y provocaba colas de una hora para entrar, lo cual se sumó al caos sufrido por los medios de transporte público.

La estación de Montmeló se vio absolutamente desbordada, con colas de 2 horas y media el sábado y hasta cuatro el domingo para poder abordar un tren, mientras las lanzaderas al Circuit sucumbían entre el tráfico y los taxistas negociaban con los turistas precios de hasta 200 Euros por devolverles a la Ciudad Condal. Los empleados de las escuderías también se vieron afectados por el caos circulatorio, con los parking in3 e in4 desbordados, hubo que buscarse la vida ante el ‘sálvese quien pueda’ generalizado. Un servidor nunca había tenido problema en otras temporadas, defendiendo a capa y espada al Circuit frente a otros trazados, en lo que se trataba de una organización modélica y un ejemplo a seguir frente a muchos GPs europeos.

Y es que uno lleva ya más de cien GPs a sus espaldas y ha vivido de todo, atascos insufribles en Paul Ricard, coches atascados en el barro en Spa…anécdotas y desastres de todo tipo cuando Sainz aún militaba en Toro Rosso y Alonso en McLaren, cuando los periodistas españoles presentes en trazados tan lejanos como Montreal, Singapur o Abu Dabi cabíamos en los dedos de la mano (incombustibles como Albert Fábrega y Jose Mª Rubio, tradicionales como Marco Canseco y Manu Franco o sangre joven como Miguel Carricas y Martí Muñoz). Ahora que los plumillas nacionales en el paddock son decenas, resulta increíble no ver crónicas de este desastre en ningún medio especializado de nuestro país, principalmente por miedo a perder una dichosa acreditación, cosa que sin embargo sí que ha sido noticia los medios internacionales como Autosport o Motorsport, así como en los artículos de plumillas célebres (Fritz Dieter Rencken) o presentadoras de postín como Jennie Gow.

Desde el paddock todo se ve muy bonito, pero este deporte se debe a los aficionados, y sin ellos nada tiene razón de ser. Muchos seguidores de nuestro deporte asistieron a Montmeló por primera vez y se van muy decepcionados con una organización que ha deslucido el espectáculo vivido en pista. La mayoría juran no volver mientras expresan su disconformidad en las redes sociales, además de presentar reclamaciones a consumo por el caso de las entradas de parking. Con Moto GP a diez días vista, la situación puede ser aún peor. El caos vivido en Montmeló no debe repetirse si quieren seguir celebrando el Gran Premio, no puede permitirse que una fuente de orgullo se haya convertido en una auténtica vergüenza a nivel internacional.

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