Unas líneas hollywoodenses se deben comenzar suscribiendo una frase célebre de Fernando Alonso, “tell Esteban to defend like a lion”; el león es la cabecera, estilo Metro-Goldwyn-Mayer.

Si bien es certificable que Hollywood es pura ficción, la capacidad de olvido de los pilotos tras un accidente de desorbitadas fuerzas g aumenta el dominio de definición del término ficción, hacia características propias de la amnesia o de las películas de acción; sería necesario recurrir a la neurociencia para recabar respuestas con respecto al por qué de tal olvido.

Ian Ziering, Frankie Muniz y Patrick Dempsey, durante su debut con el Mazda RX-8 | FRED HAYES, WIREIMAGE

Al emparejar la terminología amnesia y películas de acción, y, recurriendo a conexiones automovilísticas y hollywoodenses, se desemboca en Frankie Muniz, posiblemente su nombre pocos datos proporciona, pero sus obras Malcolm el de en medio o Superagente Cody Banks (una especie de agente 007 juvenil), proveen de un mayor número de recuerdos de su persona; partiendo de su figura, un arquetipo de Macaulay Culkin (pero sin problemas de drogadicción o con paparazzo; en el fondo, una versión angelical del de Home Alone), y corroborándose el basado en hechos reales de las posteriores líneas, surge la curiosidad de su cambio de la alfombra roja por la rugosidad del asfalto (discurriendo por categorías del motor americano, como la Formula BMW estadounidense en 2006, donde compitió versus Simona de Silvestro, quien formara a posteriori parte del plantel de la IndyCar. Una competición, la Formula BMW, por la cual asimismo transitaría en 2007 el mejicano Esteban Gutiérrez, que años más tarde cosecharía en la F1 puntos en tierras niponas a bordo del suizo Sauber).

En realidad, podría sonar a tópico las inmersiones de estrellas cinematográficas en el mundo del motor por la existencia de varias biografías similares, véase a Paul Newman o Steve McQueen; pero el caso de Frankie Muniz merece párrafo aparte, en 2009 se halló involucrado en un fuerte accidente a bordo de un monoplaza, raíz que ha condicionado su vida presente y futura, a nivel de articulaciones y neurológico; doliente en la actualidad de amnesia, impidiéndole recordar trazos de su vida pasada, inclusive lo relacionado con el séptimo arte. A pesar de las secuelas, en varias ocasiones ha afirmado su no perecedero amor por el automovilismo (relación que pretende reemprender en el vigente 2022 tras doce años de ausencia competitiva, si el factor económico de la existencia de patrocinios se lo permite); todo ello, extrapolable a lo sucedido durante la carrera deportiva del piloto polaco Robert Kubica, innumerables efectos secundarios tras su accidental y fructífero paso por fórmulas o rally; un amor, el de ambos, hacia un mismo tercero, de cimientos inquebrantables.

Frankie Muniz en la Formula BMW World Final 2006 en Valencia

Las respuestas ante los por qué sobre la inexistencia de caducidad de la pasión automovilística, independientemente del potencial detrimento físico y mental futuro, seguramente residan en la neurología, que, indagando en la semántica hollywoodense, su máximo exponente se halla en Derek Shepherd (neurocirujano tratante en la serie Anatomía de Grey). La realidad paralela del neurocirujano, protagonizada por Patrick Dempsey cataliza la problemática, diluyéndose las respuestas, debido a que este también es sintomatológicamente adicto al destilado del petróleo; adicción, elevada a la enésima potencia al ser practicante de competiciones de resistencia, consagrándose cuantiosos hitos en torno a su archiconocido nombre, como un pódium en las 24 horas de Le Mans en 2015, donde comandando un Porsche 911 acabó por superar a Giancarlo Fisichella en la clasificación (nombre italiano cuya pronunciación no acontece a fallos de memoria, induciendo al recuerdo de décadas pasadas, al haber sido el compañero de escudería de Fernando Alonso durante la obtención de sus dos campeonatos mundiales).

Patrick Dempsey (Derek Shepherd en Anatomía de Grey) celebrando su segundo puesto en las 24 horas de Le Mans en 2015 | CORDON PRESS

Quizás la kryptonita de los pilotos no sea el miedo a las secuelas (como si les suele ocurrir a los directores de cine, si la segunda parte no es tan aclamada como la primera), y, las respuestas no se hallen en la neurociencia, sino en que las guionizadas vidas de los Kubica o Muniz realmente estén inmunizadas al miedo que recubre al resto de los mortales. Siendo gratificante que tal inmunización (resultando llamativa la presencia del apellido de Frankie Muniz en el término; tal vez cosas del tarot) posibilite que cada jornada dominical una serie de mortales ofrezcan un espectáculo a semejanza de una oscarizada filmografía, simplemente para el deleite de los aficionados.

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