El automovilismo es un deporte especial, donde los entrenamientos no pueden fundamentarse en su totalidad sobre la práctica natural de este, la conducción; razón de ello se justifica la extensión de los simuladores entre las escuderías a modo de adquisición de conocimientos y examen de las modificaciones implementadas en los monoplazas; por ende, es de afirmar, la sinergia laboral con los simuladores. Asimismo, su práctica viene condicionada por otra sinergia, la económica, la búsqueda de patrocinadores es la tónica desde los inicios, frecuentando las conversaciones de las categorías inferiores del karting, primeros escalones de un largo rascacielos hacia la cúspide de las categorías reina. Siendo corroborable en la actualidad, a partir de este supuesto, que las videoconsolas (tan criticadas y deslegitimadas por cierto porcentaje de la sociedad) han aterrizado ofreciendo una brisa de aire fresco, propiciando la inclusión en este deporte del “pueblo llano”, vía divulgación de los simuladores genéricos propios de la PlayStation, véase el homónimo de la F1. Simuladores, que, mediante las competiciones eSports, donde la competencia palpable y las clasificaciones (abiertas a todo el público) en búsqueda de un asiento virtual en el campeonato oficial de la F1, alientan a los jugadores a la creación en su persona de capacidades al volante propias de pilotos de primer nivel, bajo el mero hecho de distinguirse de otro nickname por la simpleza de una milésima.
Certificándose que gracias al avance de nuestra mentalidad paralelamente al tecnológico, ha permitido que personalidades disfruten de oportunidades conseguidas en base a horas de competencia virtual, y el claro ejemplo de ello es un joven turco, Cem Bölükbaşı, quien comenzando en el equipo de eSports de Fernando Alonso ha sido oficializado como piloto del organigrama checo de Charouz en la Fórmula 2 para la entrante temporada 2022, en base a la meritocracia en categorías del mundo real fruto de lo cosechado en el virtual. Solidificándose sus cimientos durante dos temporadas en las series de F1 eSports, saltó el muro hacia los GT, donde en dos temporadas completas disputadas alcanzó dos victorias en la categoría Pro-Am del campeonato europeo (a bordo de un BMW M4); tras su periplo en los gran turismo, se adentró en los monoplazas, a inicios en la F3 asiática, continuando en la EuroFormula Open, donde su brillantez le permitió asestar su primera victoria en fórmulas en Hungaroring, a semejanza de Esteban Ocon en la F1, y posteriormente su segunda en Montmeló. Un compendio de circunstancias, que, en consonancia al apoyo de importantes empresas turcas, junto con TOSFED, la federación de automovilismo del país (siguiendo latentes las sinergias económicas), le han catalizado hacia la F2. Anecdóticamente, se podría adoptar el caso de Cem Bölükbaşı, como la puesta de esperanzas en el cumplimiento del sueño de un padre, debido a que el descendiente biológico de Mümtaz Tahincioğlu (presidente de la TOSFED) Jason Tahincioğlu, fue el anterior piloto turco en competir en F2, aunque no obtuvo ningún punto para los anales del motorsport turco, lo cual ambiciona con su nueva baza, argumentándose el apoyo del proyecto.
Una sociedad, la turca, donde lo virtual está potenciando sus cualidades, en el caso del automovilismo a través del citado ejemplo de Cem Bölükbaşı (siendo los precedentes otomanos escasos, únicamente distinguiéndose referencia en el motociclismo gracias a Toprak Razgatlıoğlu, recién campeón del mundial de SuperBikes); al igual que en materia ganadera, que, recurriendo a la implantación en vacas del metaverso y de la realidad virtual, una explotación de Aksaray ha logrado incrementar su obtención de leche. Datos propios de un futuro no tan lejano, donde las cibervacas y los ciberpilotos se alzarán como la referencia; y, visto lo visto, Turquía en el yacimiento del píxel obtiene oro de veinticuatro quilates.
