En las mentes de algunos miembros del circo de la F1 sigue estando presente lo acontecido en Abu Dhabi durante el último gran premio de la temporada; predecible ello, al decidirse la clasificación por decisiones externas a lo meramente deportivo. A mayor inri, el principal perjudicado de todo el huracán, Lewis Hamilton, tras este golpe de amplios Newtons, demanda respuestas, acordes a lo sucedido, y, asimismo, apela a las destituciones de los principales responsables a su entender.

Lewis Hamilton tras la derrota en el GP Abu Dhabi | Reuters

Situaciones que únicamente propician la imposibilidad de poner punto final a la temporada, y encarar los esfuerzos hacia el cambio de normativa que se instaura a partir de la presente. El latente aura de retiro que converge sobre el británico en base a declaraciones de personalidades cercanas (independientemente de que su contrato se encuentra en vigor hasta finales de 2023), hacen que el marketing de la F1 se rinda a sus súplicas. La pérdida de Hamilton supondría una persistente hemorragia económica difícil de erradicar a corto plazo; extrapolable a Mercedes-AMG que se hallaría en el dilema de encontrar un piloto de garantías a tiempo récord (teniendo la suerte de haber adquirido los derechos de George Russell, con alma y manos de próximo campeón, lo cual les da un respiro, en cuanto a que se podría alzar como líder de filas) a semejanza de lo ocurrido en la temporada 2016, cuando Nico Rosberg, tras alcanzar el campeonato del mundo acabo por retirarse, viendo que su hito versus Lewis Hamilton difícilmente sería repetido a años futuros, ante lo cual el equipo alemán recurrió a la hermanada Williams, llegando a firma contractual con Valtteri Bottas. La problemática nace en que todos los deportistas de referencia se encuentran enrolados en alguna escudería, inclusive el australiano Oscar Piastri, recién campeón de la F2 (cuya situación es digna de estudio, al no tener en posesión un asiento principal), recalando como reserva en Alpine.

Las cabezas de turco, pasando la retención del británico sobre las destituciones de estos, serían Michael Masi y Nikolas Tombazis, director técnico de los monoplazas de la FIA; quienes en el último organigrama publicado por la federación no aparecen reflejados, a diferencia de en el mes de octubre, aún bajo el mandato de Jean Todt, cuando eran poseedores de puestos de la administración. Un guion que conduce hacia un hipotético incremento porcentual de la estancia de Hamilton en la categoría reina, que, en consonancia a declaraciones expuestas por el dubaití Mohammed ben Sulayem, nuevo presidente de la FIA, afirmando que “No le culpamos. Entiendo su posición”, se sentencia este aumento de la posibilidad. Sin embargo, el culebrón finalizará cuando Peter Bayer, secretario general de motorsport por la FIA, publique un informe con lo ocurrido en el trance último del GP Abu Dhabi, por medio del cual Mercedes-AMG decidirá, y, cuya difusión llegará antes del comienzo de la nueva temporada, véase que los test de pretemporada están marcados desde el 23 al 25 de febrero en el Circuit de Barcelona-Catalunya.

Si bien es cierto que la incoherencia e inconsistencia de las decisiones adoptadas por los responsables ha sido palpable, y reiterada a lo largo de las veintidós carreras desarrolladas (no únicamente a razón del libre uso del reglamento tras el safety car provocado por la colisión de Nicholas Latifi, en las últimas vueltas a Yas Marina (punto con mayor número de críticas por parte del público general), permitiéndose exclusivamente desdoblarse a los automóviles existentes entre Hamilton y Verstappen, privando a Sainz de la posible victoria, al hallarse entre el madrileño y el holandés dos pilotos doblados; e ignorándose, además, la regla que indica que la carrera se relanza tras safety car a la vuelta siguiente una vez recolocados en sus verdaderas posiciones a los doblados, algo que en Abu Dhabi ocurrió una vuelta con antelación, bajo el anhelo de no finalizar la prueba tras Bernd Mayländer), no dejan de caracterizar las acciones de Hamilton y la escudería alemana como moralmente criticables, al objeto de que por medio de su superioridad como potenciadores de la F1, pretenden controlar, e incluso adulterar, en cierto modo, la estructura de la competición.

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