Fines de semana desechando las uñas mordidas sobre el suelo del pit wall, marcando ritmos ante los constantes y sonantes movimientos de talón, nervios como banda sonora oficial de su película, la película de dos hombres europeos representando batallas económicas al más puro estilo americano, “The ‘Wolff’ of Wall Street”.

El circo de la Fórmula Uno es un compendio de intérpretes, guionizados por la sociedad, y encarnizados en torno a personajes propios de la prensa rosa; pero, cómo nos encanta el morbo del cotilleo, y del sensacionalismo, razón ello de los aplausos hacia la peineta de Verstappen y Horner, o el “fuck them all” de Wolff tras la carrera al sprint en Interlagos. Una necesidad de crear argumentos extradeportivos, que en una sociedad donde se priman los realities al esfuerzo, son la clave para generar un producto ganador a nivel marketing; ante lo cual el resto de espectáculos deportivos deberían de tomar al de Domenicali como referente, capaces de venderte una carrera como la de Arabia Saudí como arma hacia la pacificación y compromiso hacia los derechos humanos del desierto arábigo (nótese ironía), o la de Abu Dhabi como fin de fiesta de fuegos artificiales (les baja del cielo, para retirar pensamientos de aquellas mentes todavía creyentes de que este final estuviera preparado, una oportunidad con posibilidad de minado económico hasta la saciedad). En el fondo, a pesar de que es criticable, vivimos bajo cierta alienación por la cual, quizás influenciada por nuestra antropología humana, prevalecemos al esfuerzo deportivo (pilotos jugándose la vida, controlando los enjaulados caballos de los V6) las “guerrillas” de paddock; y es que, sin mentira intermedia, es uno de los pétalos que nos mantienen viva la ilusión por la Fórmula Uno, una excepción de la rigurosidad gentleman del motorsport.

Ante ello, lanzo un llamamiento, a rezar o cruzar los dedos (dependiendo de cuál sea vuestra baza ganadora) para que esa tensión entre cabezas visibles de equipos contingentes perdure en el tiempo, y, que además del espectáculo meramente deportivo, las stories de peinetas e insultos, sin maldad alguna, hagan crecer este, nuestro deporte.

Unas líneas, las cuales finalizo lanzando los Bose (pobre de Miguel o Bimba Bosé) sobre el escritorio al más puro estilo austriaco, y, marcando el ritmo a golpe de talón (amplia ilusión y nervios por la nueva temporada de Fórmula Uno) la mítica canción, “y como un lobo (Wolff) voy detrás de ti, paso a paso tu huella he de seguir […]” (entiendo que las huellas de Horner que fue quien se llevó el codiciado premio en esta ocasión).

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